¿Va o no la dolarización?
26 de julio del 2008
De llegar a darse Debería enmarcarse en acuerdo internacional más que en una decisión local Cuando el Banco Central decidió abandonar el esquema de minidevaluaciones y moverse hacia las bandas cambiarias y hacia el esquema de flotación administrada como parte del proyecto estratégico de metas de inflación, estudió las diversas opciones que se abrían para el manejo cambiario, incluyendo, dentro de ellas, la dolarización, como un caso extremo de fijación del tipo de cambio. La decisión del Banco fue, más bien, buscar mayor flexibilidad en el manejo cambiario, reconociendo que esa mayor flexibilidad es un instrumento importante para el ajuste de la economía ante determinado tipo de choques, en un marco donde se avance en otras áreas de la política macroeconómica. La discusión de la dolarización, muchas veces, descansa únicamente en la búsqueda de una mayor estabilidad de precios. Esa estabilidad también puede alcanzarse, como lo muestran muchos de los países de la región que han adoptado las “metas de inflación”, con otro conjunto de políticas, sin perder en ese proceso algunos de los instrumentos que pueden facilitar el ajuste ante choques externos a la economía. Claramente, para lograr la reducción en la inflación hay que avanzar en el proceso de mejoramiento de las finanzas del Banco Central (capitalización) y en el fortalecimiento de la situación fiscal estructural. Pero esas tareas también tendríamos que efectuarlas si se quisiera dolarizar la economía utilizando un tipo de cambio razonable para hacerlo. Por otra parte, la dolarización no aísla a los países del efecto de la inflación importada, como lo muestra la experiencia reciente de El Salvador, Panamá o Ecuador, cuyas tasas de inflación han aumentado recientemente. En lo personal no creo que este sea el momento de dolarizar la economía. Ese proceso, de llegar a darse, debería estar enmarcado en un acuerdo internacional, más que en una decisión local. Eso evitaría que variaciones en el tipo de cambio de ciertos socios comerciales no dolarizados, incidan desfavorablemente en los niveles de empleo del país.
Francisco de Paula Gutiérrez PRESIDENTE BANCO CENTRAL
Dolarización Ni descartarse ni aprobarse precipitadamente La escogencia del régimen cambiario más adecuado para un país es uno de los temas complejos de la política económica. Muchos países, incluyendo Costa Rica, han ensayado diversos esquemas que permitan marcar la pauta sobre la marcha del tipo de cambio. Las minidevaluaciones se eliminaron por ser generadoras de inercia inflacionaria. Ahora rige un sistema de bandas que ha tenido algunas complicaciones y recibido críticas por parte de algunos actores en el mercado. Ante la coyuntura actual, surge de nuevo la pregunta de si una dolarización total fuese la forma de acabar con una serie de problemas relacionados con el control del dinero en circulación, la inflación y las tasas de interés. La experiencia en América Latina indica que los países que han dolarizado sus economías lo han hecho por distintas razones. Panamá, El Salvador y Ecuador presentaban un contexto macroeconómico, político y cultural distinto en el momento que tomaron esa decisión. De ahí que no sea tan sencillo, ni se puede con certeza, asegurar que la experiencia exitosa de un país se pueda replicar en otro. Dos preguntar saltan de inmediato: para qué dolarizar (qué problema se pretende corregir con la dolarización) y cuáles son los costos y beneficios relacionados. A manera de ejemplo, El Salvador dolarizó su economía para mejorar su grado de inversión en los mercados financieros internacionales y para atraer inversión extranjera directa. Lo primero lo logró (beneficio) pero a costa de una pérdida de competitividad internacional frente a sus socios comerciales en la región (costo). La dolarización de la economía costarricense no debiera descartarse a priori, ni adoptarse precipitadamente. Requiere de un cuidadoso estudio ante la nueva coyuntura económica nacional e internacional de los costos y beneficios involucrados. Si el Banco Central de Costa Rica tiene limitado control sobre los medios de pago, las tasas de interés y el tipo de cambio, o los tiene pero a un alto costo, ¿qué se pierde con la dolarización? Si se renuncia, por definición, a la política monetaria y cambiaria, entonces la política económica se reduce a la fiscal, en un contexto de apertura comercial al exterior. ¿Cuenta la política fiscal con suficientes grados de libertad (flexibilidad) para que los problemas se solucionen vía impuestos o el presupuesto nacional? ¿Qué se conoce sobre la sostenibilidad fiscal del país? Otros temas tienen que ver con la forma de dolarizar: total o plena como Panamá, o con un esquema que no elimine la emisión de moneda local como El Salvador? ¿En qué tiempo se podría desarrollar el proceso de una manera ordenada y no traumática? Sería importante el shock cultural en Costa Rica de renunciar al colón, o sería irrelevante? Se podría decir que ya se han llevado a cabo muchos foros de discusión sobre el tema en el país, pero las interrogantes vigentes sugieren que aún no hay respuestas claras. El debate está abierto y, lejos, de haberse cerrado la discusión. Por ello, vale la pena traerlo de nuevo a la mesa a la luz de las nuevas condiciones imperantes, partiendo de las dos preguntas fundamentales planeadas al principio.
Miguel Loría
ECONOMISTA